Actualmente, no nos queda otra que estar familiarizados con el término «inteligencia emocional. Si hablamos de definiciones, podemos decir que somos inteligentes emocionalmente cuando tenemos la habilidad de «leer» y entender tanto nuestras emociones y sentimientos como los de los demás, así como utilizar la información que éstos nos ofrecen para guiar nuestros pensamientos y acciones a la hora de relacionarnos con nuestro entorno.
La teoría, hasta aquí, parece sencilla; sin embargo, estar seguros de nuestro propio autocontrol y sensibilidad hacia los que nos rodean es difícil. Por eso, si tienes dudas acerca de tu inteligencia emocional, te presentamos las 11 conductas que deberías evitar o mejorar para convertirte en una persona inteligente en el ámbito emocional.
11 hábitos a evitar para mejorar tu inteligencia emocional
1. No escuchar
Esta conducta puede resultar difícil de identificar. Por ejemplo, no coger una llamada telefónica cuando sabes que la persona que está al otro lado necesita que la escuchen; o atenderla y pasarte quince de los veinte minutos que dura la conversación aconsejando en lugar de escuchando.
2. Olvidar los nombres de los demás
Imagina que te pasa a ti: te has encontrado con esa persona en varias ocasiones, pero en lugar de llamarte Juan, te saluda siempre llamándote Pablo. Puede que seas despistado u olvidadizo, pero todos nos sentimos mejor si se nos llama por nuestro nombre. Esto nos hace sentir que se nos tiene en cuenta.
3. Ser propenso a rabietas
No lo vas a demostrar como lo haría un niño; es decir, tirándote al suelo o lanzando juguetes contra la pared, pero pasarte el día recordando al compañero que se le ha olvidado rellenar la cafetera tampoco es la respuesta más asertiva.
4. Decir cosas como «no estoy enfadado»
Negar que estás enfadado no va a hacer que desaparezca el enfado. Es mejor reconocerlo y hablar los motivos con la persona que lo haya podido causar.
5. Ofenderse por todo
Hay momentos en lo que sentirse ofendido está justificado, pero si en tu caso esto es un continuo, quizás ha llegado el momento de hacer un poco de introspección y reflexionar. ¿Qué es lo que nos hace estar a la defensiva?
6. Seguir ofendido por algo del pasado
Mantener vivo el rencor o el resentimiento hacia alguien es una forma de resfriado espiritual. Concentrarte en ello sólo hará que te sientas peor.
7. Horrorizarse de forma escandalosa por algo embarazoso que se hizo hace mucho tiempo
No eres el centro del mundo, y la gente no se va a acordar ni te va a reprochar que bebieras demasiado en la cena de Navidad de la empresa y bailaras con tu jefe, o lo que fuera que hicieras hace más de una década. A todos nos pasan estas cosas, y sirven para echarse unas risas y sobrellevar mejor el estrés del día a día.
8. Matizar tus disculpas
Una disculpa, cuando es sincera, no necesita ser matizada. En el momento en que añades un «pero» a un «lo siento», este pierde toda su fuerza, porque te estás volviendo a dar la razón a ti mismo.
9. Contar una historia mejor
Si alguien te cuenta que se ha ido de vacaciones a la montaña a 300 km de casa y tú le sueltas que estuviste en el la Riviera Maya, obviamente, vas a echar por el suelo la emoción que tu interlocutor estaba sintiendo.
Cuenta tus historias, pero no con la intención de quedar por encima de los demás.
10. Bostezar cuando un compañero te cuenta algo
La historia que te cuentan puede ser o no entretenida, pero las personas sí que lo son. Quizá no todos, pero la gente suele resultar interesante cuando te paras a conocerla o te interesas por sus miedos, sus experiencias, sus emociones, etc.
Todos tenemos historias que contar, y nunca sabes lo que puedes llegar a aprender cuando te abres a ellos y te sientas a escuchar. Quizá su experiencia te sirva de algo.
11. No poder distinguir a un santo de un psicópata
Tener la habilidad de juzgar de manera razonable a los demás puede ser una ventaja, ya que impedimos que se aprovechen de nosotros, pero también es una manera de juzgarnos a nosotros mismos, ya que solemos ver en el resto lo que no nos gusta de nuestro carácter.
Conclusión
Todos adoptamos conductas que deberíamos evitar. La clave para crecer emocionalmente está en repasar y mejorar la conductas y comportamientos a los que nos hemos referido previamente, especialmente las siguientes.
- Escuchar más y de manera activa.
- Entender las necesidades de los demás.
- No sentirnos el ombligo del mundo.
- Observar nuestro estado de ánimo y no pagar nuestro mal humor con nuestro entorno.
- No intentar quedar por encima del otro cada vez que se nos presenta la ocasión.
Todos estos son aspectos a tener muy en cuenta y que, tratados de la manera correcta, mejorarán nuestra inteligencia emocional y, con ello, nuestra actitud y relación con aquellos que nos rodean.